La Biblia es
un Libro Profético, o sea que anuncia acontecimientos que vendrán. Cuando en el
Pentateuco aparece la historia de Moisés, no es que él se refiere a sí mismo,
sino que es el anuncio de lo que sucederá. Y tal vez también vestigios
de aquel primer éxodo atávico.
Un día, hace hoy 3.800 años, en una vieja
ciudad ya sin puertas, apareció un gran profeta de la Religión Profética sobre
el Dios Eterno, y en medio de la plaza
de caravanas, y durante días y noches, anunció a las gentes allí presentes, y a quienes
leyeran o escucharan transcripciones en el futuro, por generaciones y
generaciones, las suertes de pasadas y futuras estirpes de Reyes Profetas y que
rol cumplirían ellos, o sus descendientes, en los nuevos acontecimientos que
habrían de venir . Tal es así que en esas horas habló de Reyes pasados, como
los Divinos Pastores del Este, con sus avatares en guerras y desbordantes
palacios, relatando también extrañas experiencias de viajes, y de lugares remotos,
en las distancias y en el tiempo. Contó de todo, habló de nacimientos pasados y de Niños que vendrán de
úteros de mujeres vírgenes y célibes. Uno de los espectadores de esas noches,
quien luego protagonizó en carne propia los pormenores de la profecía anunciada
a él y a su familia, Abram, transmitió a su descendencia la esencia del
Conocimiento principal que aprendió esa noche, la posibilidad de comulgar en
primera persona con el Dios Eterno.