jueves, 10 de marzo de 2016

EL DIARIO DE EVA

Cuando fuimos expulsados del Paraíso por aquel viejo fantasma pensamos que era la muerte, pero no pudimos estar más equivocados…
Antes que nada debo decir a mi favor  que yo aún no había surgido cuando el Viejo advirtió a Adán de no probar del dulce fruto, así que no se me puede acusar de desobediencia. Y si nos tuvimos que ir fue simplemente porque Adán ya me había tomado como esposa, y el viejo libidinoso no aceptó en contener su deseo mientras yo andaba simplemente por ahí, así que para no caer en tentación simplemente nos dijo: “¡Fuera¡”. Y nosotros nos fuimos.
Seguimos la senda del Sol, buscando encontrar su morada, y a medida que avanzábamos nos íbamos reproduciendo y progresando.
Enseñamos las artes del cultivo, y fuimos aprendiendo a tratar a los animales y decidir cuáles eran mejores para domesticar y para acompañarnos en nuestro viaje.
Hicimos una choza a orillas del agua, entrelazando lotos y juncos. Sobre ella, las estrellas. Choza que cual arca se convierte en sarcófago, tronco hueco que se convierte en tumba, arca flotante de la cual sale un niño, una nueva chance de que los misterios pasados puedan ser rememorados.
Otro niño es el que llevamos envuelto a la espalda, es el mismo que termina guiando el carro del padre en camino a la cueva del Sol. O a donde sea que vaya el rey del cielo a recuperarse día a día.
Eran Ellos los representados en los grabados antiguos, los que el Hijo representa en memoria de su Padre muerto, y es la historia que recuerda y les cuenta a sus hijos. De cómo el carro fúnebre pasa en su eterno peregrinar hacia su eterno retorno, y el Hijo es siempre el que acompaña al Rey muerto.
Y yo, Eva, he seguido reencarnando, he seguido renaciendo en todas las hijas y nietas de mi misma, siempre soy Yo que me estoy  recreando a mí misma.
Y en medio de todas las gentes fuimos progresando. 
Siempre llevamos en el recuerdo la memoria de nuestra tierra, de sus montañas y ríos, de sus cuevas. La sequía que sobrevino a nuestra expulsión fue irreversible, pero las montañas y pasos aún se mantienen como tales, enmarcando los amaneceres y atardeceres con todo el esplendor que el Rey Sol se merece.

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